Financial Times presenta las cuatro tendencias que marcaron al sector energético global en 2021
Destacados del año fueron los altos precios del gas natural que pusieron a Europa contra las cuerdas y las disonantes maniobras energéticas de quienes participaron en la COP26.
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D. Brower y M. McCormick
El equipo Energy Source de Financial Times recuerda un año extraordinario que vio de todo en el área energética, pasando por la crisis de precios del gas natural, ataques cibernéticos a oleoductos, batallas de David contra Goliat en Wall Street, medidas de emergencia para liberar reservas de petróleo y grandes fusiones en el rubro del petróleo de esquisto. Estos son los grandes hitos de la energía en 2021:
Inflación energética y disonancia cognitiva
En diciembre de 2020, el debut de las vacunas para el Covid-19 pusieron término a la sombría atmósfera que dominaba al mercado de hidrocarburos. Las buenas noticias provocaron un aumento sorprendente en la demanda de petróleo, dando inicio a un repunte que podría dejar el valor del crudo hasta un 50% más alto desde inicios de ese año.
A esto contribuyeron también dos factores: la disciplina de suministro del cártel expandido de países exportadores de petróleo OPEP+ y las restricciones a la extracción de petróleo de esquisto (también conocida como fracking) en Estados Unidos. Además hubo un ciberataque al oleoducto Colonial Pipeline, que provocó temor ante posibles fallas de suministro de gasolina en el noreste de EEUU, lo que mantuvo los precios altos.
Incluso cuando los brotes periódicos de Covid-19, incluyendo la llegada de la variante ómicron, amenazaron al rally del petróleo, el ánimo se mantuvo alcista.
Los precios mayoristas del gas y la electricidad hasta se dispararon a niveles récord, a medida que aumentaba la ansiedad por el inadecuado nivel de oferta en Europa y Asia. En Reino Unido, más de 20 proveedores de energía quebraron. En China, los continuos apagones dieron pie a una lucha por asegurar mayores suministros internacionales. Los inquietos gobiernos europeos que se habían enfocado en el cambio climático anunciaron subsidios para el consumo de combustibles fósiles.
Alemania se mantuvo firme en su plan de cerrar reactores nucleares, pero su dependencia energética de la rusa Gazprom adoptó un tinte precario, con tensiones geopolíticas amenazando sancionar nuevamente a los flujos energéticos de Rusia. Moscú hizo sus jugadas con dureza, sabiendo que tenía el gas para solucionar la escasez de suministro en Europa.
La preocupación de los gobiernos por mantener bajos los precios del gas natural, el petróleo y la gasolina dio una muestra de disonancia cognitiva.
En Washington, por ejemplo, la administración Biden comenzó el año prometiendo amplias reformas basadas en energías limpias, nuevos impuestos a la contaminación por petróleo y gas, e incluso jugó con fijar un precio al carbono. En contraste, terminó el 2021 anunciando la liberación de crudo de sus reservas de emergencia y un acuerdo diplomático con Arabia Saudita para garantizar que la OPEP siga bombeando más petróleo al mercado.
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El año del activismo
La victoria del inversor activista Engine No. 1 en la batalla de accionistas contra Exxon Mobil fue uno de los eventos más impactantes en el calendario corporativo de 2021. El pequeño fondo de cobertura apareció de la nada, tenía solo el 0,02% de las acciones de Exxon y desplegó una fracción del dinero que Exxon gastó en su campaña del concurso empresarial.
El gran triunfo de Engine No. 1, asegurándose tres puestos en la mesa directiva de Exxon, se produjo el mismo día que Chevron perdió una resolución asociada al clima en su reunión general anual, y un tribunal de Países Bajos le ordenó a Royal Dutch Shell reducir sus emisiones más rápido de lo que había planeado.
Aún así, el golpe de Engine No. 1 estableció un nuevo tipo de activismo (y sentó un precedente para los inversionistas de "compromiso" en su debate con los activistas de "desinversión"). Luego de su enfrentamiento con Exxon, los administradores de las empresas petroleras listadas en bolsa estarán menos dispuestos a ignorar las preocupaciones climáticas de los accionistas. Ya han ido activistas por Shell, el gigante de los commodities Glencore y el grupo energético escocés SSE.
Engine No. 1 todavía vigila a Exxon, dice Charlie Penner, que inició y dirigió la campaña del fondo. Pero otras metas surgirán en 2022 para los activistas, entre ellos Penner, que hace poco dejó Engine No. 1. La pregunta es si la gran avanzada de estos actores solo funcionó debido al colapso del petróleo, o qué tanto el aumento de los precios de hidrocarburos y si el retorno de las grandes utilidades hará callar a los accionistas sobre las cuestiones climáticas.
Prometiendo mucho y cumpliendo poco sobre el clima
El clima ocupó un lugar central en 2021. Desde las juntas directivas hasta las reuniones de gabinete, las ambiciones por combatir el calentamiento global nunca han sido más prominentes.
Un informe histórico de la Agencia Internacional de Energía dio más urgencia al debate sobre cómo frenar los combustibles fósiles y las emisiones. El organismo sostiene que si el mundo quiere alcanzar sus objetivos climáticos, todos los nuevos proyectos de petróleo y gas deben ser archivados.
Sin embargo, a pesar de todas las promesas hechas en 2021, el progreso tangible fue escaso. Las tan esperadas conversaciones climáticas en la COP26 de Glasgow, por ejemplo, trajeron algunos avances en materia de finanzas, silvicultura y metano. Pero para un evento anunciado como la última oportunidad de mantener a raya el calentamiento global, los líderes globales quedaron cortos.
Se suponía que iba a ser el año en que el mundo acordaría deshacerse del carbón, el combustible fósil más sucio de todos. En cambio, los líderes decidieron reducirlo gradualmente en el lapso de muchos años. Greta Thunberg predijo que la COP estaría dominada por conversaciones y poca acción: "Bla bla bla". No estaba equivocada.
¿Y qué hay de la promesa de Joe Biden de reinsertar a EEUU en el escenario climático global, abordando el tema como "el problema número uno que enfrenta la humanidad"? La potencia se reincorporó al Acuerdo de París y Biden hizo del clima una prioridad a nivel intergubernamental. La administración introdujo reglas para endurecer las emisiones de los automóviles y el metano que arrojan las operaciones de petróleo y gas.
Pero los cambios legislativos radicales necesarios para lograr los objetivos de emisiones del país -cero emisiones de carbono hacia 2035 para el sector de generación energética y hacia 2050 para la toda la economía- no se materializó. El proyecto de ley "Build Back Better", que invertiría dinero en energías renovables a una escala sin precedentes, no logró aprobarse en el Congreso.
No todo fue penumbra para la energía limpia. Donde los políticos fallaron, el despliegue real sí funcionó. La energía limpia parecía destinada a constituir casi la totalidad de las adiciones a la generación en EEUU durante 2021. Los mercados de capitales siguieron invirtiendo en nuevas tecnologías limpias y aumentó el costo de capital para los proyectos de combustibles fósiles. Algunos temían una burbuja en el financiamiento de las energías limpias, pero otros vieron un punto de inflexión.
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El regreso de la vieja energía
Y sin embargo, mientras las renovables empezaron el año como un motor de crecimiento, la industria petrolera, diezmada por el colapso de 2020, ha regresado con fuerza.
Las existencias de petróleo de EEUU aumentaron más rápido que las tecnologías limpias o las renovables. En EEUU, el fondo XOP cotizado en bolsa -a menudo considerado como un marcador del ánimo general sobre la producción de petróleo y gas- subió un 60% desde el comienzo del año. ICLN, el ETF de energía limpia global de BlackRock, bajó alrededor de 30%.
Habiendo encontrado una religión con un nuevo mensaje de disciplina de capital, crecimiento restringido y retornos para los accionistas, un sector del fracking estadounidense famoso por su "estrategia-de-crecimiento-de-la-producción-a-toda-costa" empezó a generar enormes cantidades de dinero. A los inversionistas también les gustó la consolidación en el parche de esquisto de EEUU, donde los grandes productores crecieron y los más debiles fueron eliminados.
Los altos precios del petróleo han generado enormes ganancias entre los productores. Pero incluso bajo este paradigma, las grandes empresas públicas se mantuvieron firmes y resistieron la tentación de volver a la vieja mentalidad "drill, baby, drill". Sus homólogos privados, no tanto.
Por cuánto tiempo se mantendrá la disciplina es otra cuestión si es que el petróleo se mantiene alto en 2022.
Otra fuente de energía que tuvo un buen año fue la nuclear. Alguna vez el "cuco" de los ambientalistas a lo largo del mundo, la alternativa nuclear ha encontrado apoyo como una fuente libre de carbono que aporta energía de carga base.
En EEUU, hubo inversiones destinadas a apuntalar reactores viejos y cada vez menos competitivos. Y los nuevos reactores de pequeña escala son cada vez más publicitados como parte de un cuadro de nuevas tecnologías que serán clave en la lucha contra las emisiones: desde la captura de carbono hasta el hidrógeno.
Sin embargo, sigue habiendo escepticismo sobre el papel que desempeñarán en los próximos años estas tecnologías no probadas, aún demasiado caras y no disponibles a escala comercial. Pero el entusiasmo del mercado es evidente. El ETF de VanEck enfocado en energía nuclear aumentó casi un 150% anual.